“Dentro del estudio era evidente que Phil había nacido para dibujar y pintar, las dos cosas
al mismo tiempo. Su obra se iniciaba con la frágil construcción de unas líneas apenas
esbozadas, con manchones y pentimentos. Se notaba que le gustaba sacar a la línea a dar
un paseo, como Paul Klee, y construir un paisaje a fuerza de manchas y mezclas de colores
que daban forma a las cosas o lograban que los contornos del mundo se desdibujaran en
esa pintura.
Ver a Phil Kelly arrodillado en su estudio sobre la tela, sosteniendo un pincel con la mano
izquierda y pintando o embarrando pintura con la derecha, daba el mismo placer que ver
a alguien que juega, sabe jugar y se divierte con la pintura. La cuestión lúdica, más que el
sufrimiento o el drama de la tela blanca, era la profesión de Phil Kelly. El misterio de la
cocina del arte quedaba al descubierto en esas rutinas con las cuales perseguía a la vida.
Nada de forzar el resultado de un cuadro, había que permitir que la vida se fuera
plasmando en su superficie.”
José Manuel Springer